Mike Flanagan ha vuelto a Netflix con El club de la medianoche. Una serie de diez episodios que nos trae un tema incómodo al que le da su visión particular dejándonos una historia interesante que no deja indiferente. Algo a lo que ya nos tiene acostumbrados con sus anteriores series Misa de medianoche del año 2021, La maldición de Bly Manor del 2019 y La maldición de Hill House del año 2017 (curiosa repetición de palabras en sus títulos ¿no?).
En esta ocasión nos llevará a conocer a un grupo de adolescentes que habitan en un hogar de cuidados paliativos para enfermos terminales. Ocho pacientes que se reúnen cada medianoche para contarse historias hacen un pacto: el siguiente que muera les enviará a los demás una señal desde el más allá.
El club de la medianoche está basado en la novela homónima publicada en 1994 del escritor de terror adolescente Christopher Pike. Aunque todas sus obras iban dirigidas a un público joven, algunas de ellas fueron catalogadas para mayores de edad debido a sus escenas violentas. Esta es la segunda adaptación de sus novelas. Entre 2013 y 2014 se estrenó una serie basada en los 24 libros que componen la saga Spookville.
Un primer episodio de record Guinness.
Empiezo con un dato que me ha parecido curioso. El primer episodio de El Club de la medianoche recibió un certificado presentado por un juez oficial del récord mundial Guinness por tener el mayor número de jumpscares, nada menos que 21.
Pero no estamos ante esos sustos fáciles, estos son sustos de categoría superior. Y doy fe de ello. Mientras veía el primer episodio llegué a pensar que si la serie iba a ser con tantos jumpscares no podría verla, ya que me había pasado los Así es Flanagan.
Por suerte, el resto de episodios fueron más calmados en ese aspecto, aunque alguno que otro susto veremos, y pasó a centrarse en una historia intrigante mientras nos mostraba la relación que iba naciendo entre el grupo de adolescentes.
Sobre eso, decir que El Club de medianoche está protagonizado por jóvenes y es verdad que veremos tramas propias de esa edad. Pero eso no significa que no pueda verse por un grupo más adulto. De hecho, estamos ante un grupo de personas que se enfrentan a aceptar su muerte, y no puede haber nada más maduro que eso.

El club de la medianoche. Una casa con secretos.
La serie tiene un total de 10 episodios que se hacen cortos. De hecho, estaría genial que hicieran una segunda tanda de episodios para explicar unas cuantas preguntas que se han quedado en el aire. Sobre todo lo relacionado con la dueña del centro, la doctora Georgina Stanton (Heather Langenkamp) que parece saber más cosas de las que muestra. O para conocer más detalles sobre Shasta (Samantha Sloyan), por poner dos ejemplos. Hay muchas más preguntas que no voy a formular por no hacer spoiler. Por lo que esperamos que haya una segunda temporada de esta serie y que Netflix lo confirme pronto. ¡Stop cancelaciones!
El Club de la medianoche nos lleva a conocer a una joven prometedora, Sandra (Annarah Cymone) con toda la vida por delante llena de sueños e ilusiones que de pronto recibe la noticia de que su vida va a ser más corta de lo que pensaba. La joven empieza a buscar por internet sobre su enfermedad y acabará descubriendo una casa donde residen jóvenes con enfermedades terminales.
Sandra decidirá ir allí a pasar sus últimos días y esa decisión se basa en una historia de una chica que se curó milagrosamente en esa casa hace unos años. Como es normal, la joven no quiere morir y buscará cualquier cosa que le de una mínima oportunidad de vencer a su enfermedad, aunque todavía no sepa ni de que se trata esa oportunidad.

Allí seguirá con sus pesquisas sobre la casa y sus antiguos habitantes, lo que le llevará a conocer a una mujer que vive en el bosque cercano Shasta, que confirmará la creencia de la joven de que esa antigua casa tiene un secreto muy poderoso.
Muchas historias dentro de una.
Allí coincidirá con un grupo de jóvenes que se encuentran en la misma situación que ella. Nos podemos hacer a la idea de lo difícil que es vivir en un lugar como ese, viendo como sus compañeros de hogar van abandonando la vida y con el pensamiento de quien será el próximo.
Los jóvenes se reúnen cada medianoche en la biblioteca a contar historias de miedo. Una rutina que han ido heredando unos de otros y que no saben cuando empezó, y antes de empezar con sus cuentos citan unas palabras también heredadas que son el símbolo de lo que significa ese club.
Cada noche le toca a uno de los jóvenes llevar al resto a su historia de terror. Cada historia se basa en la vida de cada uno de ellos y entre sus líneas nos van dejando caer su pasado y hasta sus sentimientos. Todas ellas tienen en común que tienen algún elemento fantástico que hace que sean consideradas como cuentos de miedo. Pero en realidad, detrás de cada una de ellas siempre hay algo más. Esto le da un aliciente extra a esta serie que ya de por sí tiene suficiente intriga de donde tirar.

Este grupo de jóvenes está formado por la propia Sandra, la última en incorporarse a él; Kevin (Igby Rigney), Cheri (Adia), Natsuki (Aya Furukawa), Amesh (Sauriyan Sapkota), Ilonka (Iman Benson) y Anya (Ruth Codd).
Intriga rodeada de drama.
Está claro que estamos ante una serie dramática. La situación a la que se enfrentan los chicos que habitan la casa nos da los motivos para ello, y vamos a tener escenas conmovedoras, algo que es de esperar. Y para romper esos momentos de lágrima fácil Flanagan, nos propone una historia de intriga que Sandra va a ir poco a poco desmenuzando.
Junto a esa intriga también tendremos momentos de terror. Estos llegarán de mano de los cuentos que cada noche escuchan los jóvenes a la luz de la chimenea, y también del pasado oscuro que tiene la casa donde los jóvenes viven sus últimos días.

Los jumpscare del primer episodio dan paso a un terror más pesado, aunque es soportable incluso por las personas más miedosas. Esto está fomentado por el ambiente oscuro que envuelve a la casa llena de pasillos con fotos de antiguos residentes donde te da la sensación de que te vas a encontrar con algo realmente malvado al girarte.
Poco a poco Flanagan va creando una atmósfera que mezcla mucho de aventuras juveniles con un terror más maduro. Un mix de cosas que parecen contrarias pero que el director ha sabido manejar perfectamente haciendo que el espectador quiera saber más de la siniestra historia de la casa, y que hace que pidamos a gritos una segunda temporada que nos vuelva a llevar a ese lugar mágico y a su tenebroso sótano.